La vida de Rubén García y de su familia siempre ha tenido como telón de fondo el molino de Felechares. Heredado de su bisabuelo y hoy propiedad de sus padres, este edificio centenario es mucho más que una construcción: es memoria, raíces e ilusiones. Por eso, cuando las llamas asediaron este precioso pueblo de la Valdería, no podían permitir que el molino fuese devorado por el fuego.
Mientras los vecinos defendían sus casas como podían, la familia García, con la ayuda de dos amigos, pasó toda la noche luchando contra las llamas: “intentando librarlo con el tractor y desbrozadoras” y “refrescando” con una única manguera, recuerda Rubén.
Aquel joven admite que hubo momentos de auténtico miedo: “sobre todo porque cuando llegó el fuego, llegó muy rápido; nadie pensó que alcanzaría la zona y menos que bajaría al pueblo como al final bajó”.
Cuando el incendio se desató en Felechares, Rubén y los suyos estaban trabajando en el monte. “Y cuando el fuego se descontroló, bajamos rápidamente a intentar librarlo; refrescamos todo lo que pudimos hasta que el fuego nos acorraló”. El momento más “duro” fue convencer a su padre de que había que marcharse: “Para mi padre es toda una vida este molino... Y no quería irse. Pero al final no nos quedó otra”.
El esfuerzo de seis horas ininterrumpidas fue decisivo. El fuego arrasó todo lo que encontró a su paso, pero se detuvo en el cortafuegos improvisado por la familia. Sólo el leñero resultó dañado. Hoy, el molino permanece en pie, rodeado de un bosque calcinado, como una isla milagrosa entre las cenizas, que quemaron todo el entorno excepto la parte de abajo.
Este domingo, Rubén volvió a pasar la tarde junto a la vieja piedra, todavía caliente, refrescándola para ayudar a que el histórico molino recupere su esplendor.
Historias como la suya hay muchas. Demasiadas. Y merecen ser contadas. Porque, como él mismo recuerda, “esto no va de colores, de rojo, de azul o verde, va de gente que ha perdido todo y que no ha recibido ningún tipo de ayuda, sólo de los vecinos. Es con lo que nos tenemos que quedar en esta catástrofe”.
Y tanto que sí.
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