No existe un único sentimiento que defina lo vivido estos días en nuestros pueblos. Necesitamos hablar de impotencia, dolor o rabia... Pero también de solidaridad y, sobre todo, de personas.
Personas como Abel, que con sólo 35 años perdió la vida intentando sofocar el fuego que devoraba Quintana y Congosto. O como Jaime, que "marchó" con él apenas un día después, tras pelear como un jabato en la Unidad de Quemados del Hospital de Valladolid...
Personas como un grupo de vecinos de La Bañeza que, con su coche, han suministrado agua y comida al personal de la UME; como David, Fran o Juanma, que han defendido su pueblo, Castrocalbón, jugándose la vida para evitar que saltase por los aires la gasolinera; como Manu, que se ha puesto a repartir agua con su furgoneta tirando millas; como Maxi con su pala y sus botas y sus pies hoy llenos de ampollas; como Mino, recorriendo con sus cubas de agua desde Coomonte una docena de pueblos de Zamora y León, y cercado por las llamas en San Esteban de Nogales; como Benito, que ofreció su camión para dar de comer a los animales de las granjas de las zonas calcinadas, o como Paola, Belén, Laura y Ainhoa, animadoras infantiles que entretuvieron a los niños alojados en el multiusos de Camarzana.
Son tantas las historias y tan pocas las manos para escribirlas, que queremos dedicar días a desgranar toda la información. Y lo vamos a hacer. Porque, si algo nos ha quedado claro, es que ni la Junta de Castilla y León ni el Gobierno han dado la talla, digan lo que digan –que fui testigo directo, móvil en mano, informando a 20.000 afectados– y que las personas, una vez más, han roto el molde.
El fuego ha arrasado buena parte de nuestros pueblos. Pero ha demostrado, una vez más, que en el rural, los vecinos trabajan sin colores, sin banderas, sin rencillas, todos a una, defendiendo la que otros llaman la España vaciada, que vuelve a ser la España abandonada, que quieren que sea la España silenciada y que han convertido en la España quemada. Pero que nunca, nunca jamás, será la España que se rinde.
El agricultor puso el tractor y el tendero la pala; el cazador asistió a los animales cambiando la escopeta por fruta y pan; los jóvenes desplegaron las mangueras que cedieron los ancianos desde sus casas... Y los alcaldes, honrosa excepción del rural en el mundo político, curraron codo a codo en este frente contra el enemigo común, un enemigo que no es sólo el fuego, sino también (¿o sobre todo?) la burocracia.
Y todo ello lo han hecho a pesar de la administración, que ha enviado tarde a los brigadistas y demás profesionales a los pueblos , cuyas casas (la mayoría) sobrevivieron por el trabajo de los vecinos; que han dado órdenes contradictorias –que pudimos escuchar directamente en la radio de algún BRIF–; que dejaron sin alimento a la UME en Villa Adela, o que impidieron el paso a los camiones cargados de comida donada para los animales de los ganaderos de la Valdería.
Desde Noticias del Pueblo, hemos tenido el orgullo y, al mismo tiempo, la responsabilidad, de tratar de ofrecer información veraz y contrastada en tiempo real, a través de un canal de Whatsapp que ha pasado de 300 seguidores a más de 20.000 en este momento. Hemos cometido errores –he cometido errores, que solo soy una persona– por los que pedimos –pido– disculpas. Pero os puedo asegurar que hemos filtrado mucha, muchísima, (des)información tras verificar que era totalmente falsa.
El fuego continúa pero, afortunadamente, regresamos a nuestro puesto de trabajo en Alija del Infantado, por lo que a partir de mañana, empezaremos a contar todo tal y como lo hemos vivido, o, lo que es lo mismo, como no quieren que os lo contemos.
Hoy toca descansar un poco.
Gracias, gracias y gracias.
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