Los Rodríguez, mucho más que un apellido

Los Rodríguez no caben en una sola mesa… pero lo intentan cada año. Con edades entre los 5 años de Cova, la benjamina del grupo, hasta los 81 de Upe, que está estupenda, las más de cuarenta personas que se juntaron el domingo en Alija del Infantado para disfrutar de una comida fraternal tienen algo en común: todos ellos son los Rodríguez. Y no. No nos referimos al grupo musical –aunque bien podría, pues hay hasta un luthier de guitarras– sino a una de las familias más numerosas del pueblo.

Los protagonistas son los descendientes de Manuel Rodríguez y Rosa Morán, cuyos genes se reparten ya por siete generaciones. Los mayores en esta cita, como Upe y Eladio (Eladio, con su humor, insite en que es "el segundo más viejo"), pertenecen a la cuarta. La mayoría, a la quinta y sexta. Entre estos últimos –y ya no digamos los de la séptima–, muchos ya no se ponen cara... pero saben que son familia. Y eso basta.

Los Rodríguez se reparten, mayoritariamente, entre Alija y Tordesillas, lugares donde siguen viviendo casi todos los de cuarta y quinta generación... Porque de sexta los tenemos en Madrid, Galicia, Bilbao,... ¡y hasta Estados Unidos o Francia! 

Fue Marceliano, nieto de Manuel y Rosa, quien impulsó la expansión familiar hacia Tordesillas. Padre de seis hijos con su mujer Basilisa, buscó tierra que trabajar fuera de Alija y acabó encontrando una finca en Tordesillas llamada "Los Abonales". Allí se trasladaron, con hijos tan mayores como Encarna y tan pequeños como Aniano. El esfuerzo fue inmenso: "Era tierra mala, arenosa, llena de grama… y mira que la trabajaron y ni así la vencieron", recuerda Gero, hijo de Encarna.. "Cuando ya no daba, la vendieron, y dieron a cada hijo una parte del dinero", continúa. Tres de ellos se quedaron en Tordesillas trabajando las tierras; el pequeño Aniano, se hizo Policía Municipal en Valladolid; Victoriano, chofer de camión, y Encarna y su marido emigraron a Francia "con 47 años y sin hablar ni una palabra de francés", explica Gero.

Uno de los que se quedaron a trabajar la tierra fue Luis, que falleció hace apenas dos años, pero sus hijos, Luis y Javi, no faltan a ninguna de las comidas. "Él marchó del pueblo con 14 años pero nos hablaba mucho de Alija, de las tierras, de La Vizana... Y no se perdía esta cita", recuerdan. "Nosotros seguimos viniendo con sus nietos, y no deja de ser un homenaje", explican, emocionados.

Porque la comida celebrada el domingo no es algo excepcional. Se viene haciendo de forma ininterrumpida desde hace doce años. La "culpable" de todo esto es Adela –Deli–, que tras el funeral de Manolo (un Rodríguez de tercera generación), propuso algo distinto: juntarse en vida, no solo en la despedida. Y así nació una tradición que lleva ya doce años.

En el primero, se juntaron más de 60, de los que algunos ya no viven, y otros, por edad y salud principalmente, han tenido que dejar de acudir. Pero no importa. Porque las generaciones nuevas van sumándose, y en esta ocasión había cuatro niños, que no es poco. "Cada año se cambia de sitio y se encarga una persona de organizarlo, pero lo importante es vernos: el dónde no importa", afirma Deli.

Este año, la mayor en la comida es Upe, quien, con la ilusión intacta, asegura que "mientras pueda, seguiré viniendo". Eladio, con su humor infalible, añade: "Nosotros somos la generación entrante... ¡entrante al cementerio!". Pero ambos lo tienen claro: seguirán viniendo mientras sea posible. 

Y mientras el apellido se multiplica, las caras se mezclan y las generaciones se suceden, en Alija del Infantado queda claro que ser Rodríguez no es cuestión de sangre, sino de memoria, tierra y corazón. Y eso, como bien dicen todos ellos, "marca carácter".