Este verano, como en otros muchos veranos, los incendios han devastado y siguen arrasando hoy en día miles de hectáreas en distintas comunidades españolas. Y lo que es peor, se han perdido vidas humanas, que es la mayor desgracia que puede suceder en cualquier catástrofe. La impotencia que se siente estos días es difícil de gestionar y se requiere en muchas ocasiones de apoyo no solo cercano si no también profesional.
Ver amenazado tu hogar, tu vida, tu trabajo, el sustento de tu familia, y mucho más, sufrir esa pérdida es una experiencia desoladora y proyecta en la mente humana una sensación de desprotección, desamparo e inseguridad que se mantiene incluso cuando el fuego y la amenaza ha desaparecido. Para muchas personas el incendio, con toda esa noria de emociones, sigue en su mente y en su cuerpo durante mucho tiempo. Y con ello se abre la puerta a heridas invisibles como el impacto psicológico en quienes los vivieron de cerca y han sufrido dicha catástrofe.
"Ver amenazado tu hogar, tu vida, tu trabajo, el sustento de tu familia, y mucho más, sufrir esa pérdida es una experiencia desoladora y proyecta en la mente humana una sensación de desprotección, desamparo e inseguridad que se mantiene incluso cuando el fuego y la amenaza ha desaparecido"
A mayores y en el otro punto de mira están las personas que se dedican a enfrentarse cara a cara con las llamas en primera línea de fuego y que también sufren pérdidas de compañeros, que se han convertido en más que amigos, ya que en muchas ocasiones sus vidas están en manos de quien se mueve a su lado a través de la maleza o en una vivienda, un camino, etc. El nivel de riesgo al que se exponen estos profesionales también hace mella en sus mentes y pueden sufrir las heridas emocionales que aparecen tras unas largas jornadas con apenas descanso y mala alimentación.
En ambos casos el cerebro sufre un alto impacto que le cuesta digerir “a la primera” y sucede que en muchas ocasiones tras pasar un tiempo se inicia un malestar físico (sobre todo) y mental que requiere de atención especializada para asimilar y reorganizar dicho impacto en un mente que trabaja constantemente en un procesamiento adaptativo y estas catástrofes alteran dicho procesamiento impidiendo un desarrollo mental “normal” que se opone de forma notable al desarrollo de las actividades básicas y funcionales en la vida diaria como si no hubiera pasado nada.
Vivir un incendio es un trauma que puede dejar huellas profundas más allá de lo que implica la perdida material, como es perder tu hogar o sentir la amenaza de que eso puede suceder. Dichas huellas se insertan en nuestras neurorredes sinápticas y se bloquea el procesamiento correcto de las secuencias vitales vividas y eso da paso a múltiples secuelas, las que se encuentran más comúnmente son las siguientes:
En los casos más graves, estos síntomas pueden derivar en un Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), una condición que requiere atención especializada.
Es normal sentirse asustado, triste o preocupado tras un incendio.
El TEPT se caracteriza por síntomas que interfieren de forma notable en la vida diaria, como son problemas con la regulación del sueño, ataques de ansiedad, alteración de la vida laboral y social, ideas o deseo de hacerse daño a si mismo o a otras personas, pensamientos intrusivos que asustan o paralizan, revivir escenas traumáticas de forma repetitiva y que no se pueden parar.
Si uno o varios de estos síntomas persisten varias semanas o más de un mes y afectan al normal funcionamiento en el ámbito personal, familiar, laboral o social es momento de buscar apoyo profesional.
No existen fórmulas mágicas para aliviar el dolor que dejan estas experiencias. Sin embargo, hay pasos que pueden ayudar en el proceso:
Los incendios recientes han sido descritos como sin precedentes, con consecuencias devastadoras a nivel humano, ambiental, patrimonial y económico. Pero junto a la reconstrucción de los bosques y los hogares, también es necesario atender las heridas emocionales. Y por supuesto a la reconstrucción física y mental de todas las personas que han sufrido estos incendios.
Hablar de lo vivido, reconocer el dolor y pedir ayuda no son señales de debilidad, sino pasos valientes hacia la recuperación. Y apoyarse en las herramientas que puede darte un profesional de la salud mental para recuperar la misma es de personas inteligentes que si tienen un malestar, sea el que sea, acuden al profesional correspondiente para que les ayude a mejorar su estado y ponga su salud al nivel que requiera para seguir adelante con su día a día.
Eres mas fuerte de lo que crees, pero no tienes que ser la persona mas fuerte del mundo…
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