Escribo este artículo de opinión desde el sentimiento agridulce que me ha provocado el trabajo de recopilación de entrevistas a mujeres, con motivo del 8M, un trabajo que me ha permitido extraer unas conclusiones muy diferentes a las que yo, previamente, creía.
Mi intención, aunque pueda sonar un tanto infantil, era entrevistar a 8 mujeres, por aquello del juego de palabras con el 8-M. Y tenía claro que quería representación de varios sectores y de varios pueblos.
Ya la primera piedra que me encontré en el camino fue el rechazo por parte de algunas de las mujeres a las que les ofrecí esta posibilidad. En algún caso, esa negativa no sólo me pareció totalmente respetable sino que tenía lógica, por razones de anonimato de alguna profesión, por lo que no insistí. En otros... No sabría decir: ¿Vergüenza? ¿Pereza? ¿Indiferencia? ¿Las tres juntas?
Muchas de ellas, por cierto, se comprometieron a "rellenar" el cuestionario, pero cayó en el olvido...
A todas ellas, dirijo especialmete este artículo.
Puede ser que creas que no hay que luchar por la igualdad, porque estás convencida de que es algo ya conseguido. Puede ser que esa haya sido tu motivación de rechazo. Pero puedes cogerme el teléfono y decírmelo. A lo mejor te sorprendes si mi respuesta, como le dije a cierta vecina, es "pues cuéntalo". Porque vas a ser tú (ibas a ser tú) quien hablara, y yo no iba a tergiversarte ni una coma, como firme defensora que soy de la libertad de expresión.
Puede ser que te dé pereza. Pues mira: a última hora, pude "secuestrar" a María y la entrevista (que está grabada) duró 6 minutos. Es cuestión de voluntad. ¿No la tienes? Pues eso es lo que más me preocupa.
Si nosotras, mujeres, no somos capaces de dedicar 6 minutos de un año de nuestra vida a dar visibilidad a nuestra problemática como mujeres, ¿de verdad pretendemos que los políticos, los directivos, los responsables de la toma de decisiones nacionales e internacionales nos regalen un segundo?
Si nosotras, mujeres, no somos capaces de dedicar 6 minutos de un año de nuestra vida a dar visibilidad a nuestra problemática como mujeres, ¿de verdad pretendemos que los políticos nos regalen un segundo?
Me decía la alcaldesa de Quintana del Marco que, muchas veces, somos nosotras nuestro principal enemigo. La propia María me señalaba que a veces, en los pueblos, las más machistas somos las mujeres. Y hoy, viernes, en vísperas del 8M, frente al teclado de mi ordenador, no me queda más remedio, mal que me pese, que darles la razón.
Porque luchar por la igualdad no es salir a la calle detrás de una pancarta gritando contra los hombres, así, en abstracto. Luchar por la igualdad es subirse a un tractor, como Marlene, y demostrar que puedes trabajar tanto o más que tu compañero hombre, y contar cómo te llamaron "princesita" por ser mujer agricultora. Luchar por la igualdad es aguantar el tipo cuando un vecino del pueblo le llama "alcalde" a tu concejal, porque tú tienes ovarios, alcaldesa Andreína, los mismos que te llevan a hacerlo público en una entrevista. Luchar por la igualdad es demostrar con tus manos que la técnica sana más que la fuerza bruta y sin control, como Arantxa, quien levantó con un par su clínica en un pueblo de 500 vecinos y ahora tiene la agenda repleta de citas, semana tras semana. Y luchar por la igualdad es volver a tu pueblo a abrir un bar, como María, y poner a los babosos cara de que no se entera, pero decirlo bien alto y bien claro en el periódico.
Y eso último es la parte "dulce" de esta experiencia/experimento para el 8M.
Por que hay igualdad, desde luego, pero, parafraseando a George Orwell en Rebelión en la granja, "todos somos iguales, pero unos somos más iguales que otras".
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