El calor del amor en un bar

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Quienes peinamos –o teñimos– canas, recordamos aquella canción de nuestra adolescencia y juventud que encabeza este artículo: "Bares, qué lugares / tan gratos para conversar. /No hay como el calor / del amor en un bar".

Cervezas

Siempre hemos escuchado aquello de que España es el país con más bares por habitante. De hecho, somos líderes en Europa en esto –al menos somos líderes en algo–. La razón está muy clara: nos encanta socializar. No podemos vivir sin gente. Pero el concepto de bar, en los pueblos, va todavía mucho más allá de lo que es en Madrid, en A Coruña o en León. 

Un bar, en estos municipios cada vez más deshabitados, donde no hay alternativas de ocio salvo en fechas contadas, es sinónimo de punto de encuentro. No necesitas "quedar", como hacen –hacíamos– en las ciudades. Vas al bar, y allí te encuentras con alguien, seguro. Los bares dan alegría, los bares acompañan, los bares permiten conversar, debatir y hasta discutir. Los bares, en definitiva, dan vida.

Por eso, que sin ayuda de nadie, dos mujeres –¡mujeres tenían que ser!– hayan puesto patas arriba su vida y se hayan lanzado, en estos tiempos de crisis, a reabrir dos bares emblemáticos, en Alija y en Altobar, es, cuando menos, digno de aplauso.

Tú que me estás leyendo, o yo, que estoy escribiendo, podemos coger el coche si nos apetece tomar una caña. Pero el abuelo que vive solo en Altobar, o la señora que apenas tiene un ratito con las amigas al salir de la misa del domingo en San Verísimo, no lo tienen tan fácil si quieren compartir unos vinos o unos mostos. 

Piénsatelo la próxima vez que quedes en La Bañeza o en Benavente. Tómate unos minutos para parar antes en el bar de tu pueblo, y apuesta por tomarte la primera, como ellas –María y Cristina– apostaron por traértela. Porque, si bien hemos dicho que los bares dan vida a los pueblos, tú y yo somos los únicos que podemos dar vida a los bares. No lo olvides.

No hay como el calor del amor... a tu pueblo en un bar.

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