A lo largo de los años 80 y 90, numerosas vías férreas de nuestro país fueron desapareciendo por deficitarias. La línea Plasencia-Astorga, que durante más de un siglo soportaba los trenes de la Ruta de la Plata, no fue una excepción. Así, el "camino de hierro" a Galicia –como se conocía popularmente– dejó de funcionar para pasajeros en 1984, y para mercancías en 1996...
Con esta decisión, quedaban en desuso auténticas joyas de la ingeniería de la época, que poco a poco iban siendo invadidas por la maleza.
Es el caso del puente del ferrocarril de Cebrones del Río, una estructura realizada en hierro, que data de 1935 (aunque sustituyó a una anterior más débil), realizada en hierro muy propio de aquella época, que hoy luce en estado de abandono y óxido.
Sin embargo, gracias al encargo de un particular que lo quería en su escenario real de modelismo ferroviario en Algeciras, y al trabajo del diseñador industrial Eduard Bardia, el puente de hierro de Cebrones del Río ha recuperado todo su esplendor original, aunque sea a pequeña escala.
Eduard, quien confiesa que siempre fue amante de las maquetas, y más de las ferroviarias, se reinventó tras perder su trabajo durante la pandemia, y montó su propia empresa, Model Makers 3D, en Igualada (Barcelona), desde donde realiza maquetas personalizadas ejecutadas con impresión 3D, otro mundo que domina.
Sus trabajos llegan a un nivel de detalle impresionante, y esto le diferencia de las típicas piezas en serie. "Al final, en el mundo del modelismo ferroviario, ves que todo el mundo tiene los mismos elementos decorativos, por eso pensé en hacer piezas únicas, personalizadas, y lo cierto es que me llegan encargos de muchos lugares", explica el diseñador.
Cuando se trata de reproducir estructuras existentes, como el caso de Cebrones del Río, la clave está en esa exactitud milimétrica, algo que logra con impresoras 3D de resina líquida, mucho más minuciosas que las de FDM (las clásicas de hilo) que usa para zonas más gruesas.
En la maqueta de Cebrones del Río, un ejemplo es la placa con la fecha de inauguración y el lugar donde se fabricó la estructura (La Felguera, Asturias). Eso, con otro tipo de impresión, sería imposible.
La placa del puente de Cebrones, a la derecha, muestra el nivel de detalle logrado
A la hora de afrontar un proyecto, lo más complejo, lo que más tiempo lleva, es la parte de diseño en el ordenador. Eduard Bardia calcula las proporciones a partir de detalles en las imágenes de Google Maps, como la presencia de personas, o el propio ancho de la vía de tren. Una vez hechos los cálculos, hay que preparar un diseño en el que absolutamente todo tiene que estar estudiado al milímetro, ya que luego tendrá que poder ensamblarse, y esas uniones entre las piezas no deben percibirse. No hay margen para el error. A la máquina hay que darle unas instrucciones precisas.
"Mientras diseño, además, tengo que estar a tiempo completo centrado en ese proyecto, no es como en la parte de ejecución, que puedo compaginar con otras cosas gracias a las máquinas de impresión", comenta el autor.
Cada pieza única elaborada por este diseñador catalán lleva detrás muchas horas de trabajo. El puente de Cebrones le llevó cerca de tres semanas. Además, antes de enviarlo, hay que comprobar que todo está correcto y cumple con su finalidad. "Es verdad que algunos personas quieren las piezas sólo como decoración, pero la mayor parte de las veces es para usarlas en maquetas y tiene que poder pasar el tren por encima", explica.
En este sentido, Eduard comenta que, además, a veces es el cliente quien le explica sus necesidades para que, a partir de ahí, él proyecte un diseño creado desde cero. "No todo son reproducciones a escala de objetos reales, a veces me encargan soluciones, como un puente muy complicado que tuve que hacer para Estados Unidos, en curva, apoyado sobre cuatro puntos. El cliente sabía de qué estilo lo quería, pero no había nada igual. Y no bastaba con hacerlo estético, sino que debía ser funcional", recuerda.
Otro ejemplo que demuestra que sus trabajos no son meramente ornamentales es el de un ascensor de cristal, de los que instala RENFE en sus estaciones más modernas, que funciona con luz.
Eduard Bardia, con su maqueta del Monasterio de Montserrat
Más allá del modelismo ferroviario, Eduard Bardia trabaja muchos otros tipos de pieza. En realidad, asegura que puede construir "cualquier objeto no orgánico". Sin duda, de todas las maquetas realizadas hasta la fecha, de la que más orgulloso está, y en la que más horas ha invertido, es nada menos que el Monasterio de Montserrat.
También le gusta pensar que está rescatando del olvido algunas estaciones antiguas, muchas de las cuales no se han recuperado para otros fines en el mundo real, y así, al menos, sobreviven en la memoria gracias a la pequeña escala.
Éste bien podría ser el caso del puente de Cebrones del Río, sobre el que, aunque sea en miniatura, vuelven a "circular" trenes casi treinta años más tarde. Sin duda, un trabajo que agradecer desde este rincón de León.
Comentarios